27.5.12

la última procrastinación

Estoy estudiando para mi último examen de la carrera y me siento un poco rara.

Recuerdo esa sensación que sentía en el colegio cuando acababan las clases, cuando lo abandonaba el último día de junio y en realidad no me lo terminaba de creer del todo. Estaba como contenta pero recelosa, como expectante, como que no podía ser verdad que tuviese por delante tres meses de vaguería infinita, que algo iba a pasar.
Yo creo que ansiar el último día de clase es un reflejo infantil, innato, como cerrar la mano en el momento que algo toca la palma. Desde que nace, el bebé busca que terminen las clases y que llegue el verano. Y ahora que por fin va a llegar el momento que llevo esperando tanto tiempo... ¡dios mío! ¿qué va a pasar?
Los americanos por lo menos tiran un sombrero al aire y visten con una túnica (aunque después creo que mueren, porque sus cuerpos quedan congelados en pleno salto y hay un fundido en negro), o tienen a Zac Efron que canta tres o cuatro canciones sobre el tema mientras hace malabares con pelotas de baloncesto. Aquí en España, acabar un periodo de formación es sensiblemente más aburrido. Aunque, si tienes suerte, puede resultarte más aburrido incluso el hecho de estudiar dicho periodo.
Si vas a curso por año corres el riesgo de que llegue un momento en que mires atrás y te des cuenta de que has estado encadenando veinte años (repito, VEINTE años) con la misma rutina: clases, exámenes, verano, clases... Cuando te quieres dar cuenta, eres joven de edad, infantil de espíritu, pero vieja de actitud. Y esa soy yo, señores míos, que sigo teniendo la mentalidad de una chica de 17 años, pero estoy harta y cansada como una señora de 80. La universidad es el Delorean de los pobres, la única manera de envejecer rápidamente y casi sin darte cuenta. Amigo, si a mi me funcionó, ¿por qué no lo hará contigo?

¿Con qué me voy a procrastinar ahora? ¿Qué cosas aburridas están por venir que supliré por otras más divertidas e inoportunas? ¿En qué voy a gastar ahora todos los subrayadores que tengo? Porque, sinceramente, ¿quién usa subrayadores en su vida diaria si no es estudiante? Cuánta tinta perdida por culpa de no empezar un posgrado...

Saboreo ésta, mi última procrastinación estudiantil, mientras escribo esto a mi lado descansan papeles llenos de  palabras que probablemente no vuelva a leer en muchos años. Mi última procrastinación y ya la echo de menos: con todos esos sentimientos contradictorios, sabes que está mal pero aún así no puedes dejar de hacerlo. Como morderte esa piel que se levanta cerca de la uña, tentadora, deliciosa... a pesar de la sangre que sabes que llegará. Las películas, las series, los libros y los parques nunca habían sido tan excitantes, las recetas nunca te habían salido mejor, nunca habías tenido la agenda tan llena de planes como en esta época. Voy a echar de menos vivir tan intensamente...










No, es mentira. En realidad no lo voy a echar de menos.
La universidad te aporta muchas cosas, de eso estoy segura, pero, ¿la mejor de todas ellas? La sensación de alivio.

1 comentario:

  1. Aún me queda pero creo que sí que la echaré de menos, el tener algo que hacer, ¿no? a no ser que nos toque el gordo y encontremos un trabajo rutinario al que "dedicarnos".

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