Quizás es por eso que no he
hecho balance del año como tal, porque no lo siento como un ciclo que se
cierra, tan sólo siento días que se suceden, por eso, que dentro de un rato se acabe este
año y que mañana sea ya enero, me resulta hasta ridículo. Pensaremos:
vaya, qué hacíamos tal día como hoy, hace un año… ¡las cosas que han cambiado de
un año para otro! Y para mí eso no significa nada, porque nada cambiará por el
hecho de que hayamos establecido que en unas cuantas horas estemos en otra
fecha. Por eso no puedo hacer balance, porque me encuentro en un proceso que no
se ha terminado y que no quiero terminar.
Quizás sí puedo decir que fue
en 2011 el año en que empecé a crecer, en un aspecto de mi vida que todavía no
acierto a denominar, pero que igualmente noto. De alguna manera, la vida me ha
dado algunas respuestas, que no es un término equivalente a soluciones, pero
que también consuelan. Es como si me hubiese vuelto de un material más sólido,
más estable, más resistente.
Quizás sí podré decir que fue
en 2011 el año en que empecé a sentir y pensar algunas cosas por primera vez,
que siempre las recordaré con la nostalgia de quien está acostumbrado a que las
cosas siempre estén así.
Suele pasar que cuando
atraviesas una racha buena, de esas en las que parece que podrías comerte el
mundo, de repente pasa algo que hace que en cuestión de segundos todo se vuelva
a venir abajo, como esa ola que no te esperabas porque habías construido tu
castillo de arena bien lejos de la orilla. Pero siempre aparece una ola con más
fuerza que las demás. Y, si al final de todo resulta que esta fortaleza que
poseo es completamente ficticia, oye, es un gusto vivir con una imitación tan
buena.
Por eso supongo que podría “acabar”
el año dando las gracias a todas las personas que están ahí conmigo: porque me hacéis
la existencia más feliz, incluso sin la palabra más.
Pero, en realidad, a quien
quiero dar las gracias de verdad es a todas las personas que no están ahí conmigo,
todas las que alguna vez pasasteis por mi vida y ahora habéis desaparecido, o
todas las personas que simplemente no estáis porque todavía no nos hemos
conocido. A todos vosotros, que estáis en un lugar en el que no alcanzo a
veros, gracias, porque todas vuestras ausencias es lo que me han hecho crecer, de
vuestra carencia es de lo que he aprendido.
Que el mejor día de todos los pasados hasta ahora, sean entonces el peor día de entre todos aquellos que nos quedan por venir, tras pasar este límite temporal imaginario.
Feliz 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario