23.10.11

sólo somos átomos

Sólo somos átomos, como casi todo, tiene una historia.

Hace bastante tiempo, la vida me puso en una de esas situaciones tan maravillosas y horribles a la vez. Ésas en las que sientes tantas mariposas en el estómago que sientes que vas a echar hasta la primera papilla… que en lugar de agradables cosquilleos de alas sientes patas de insecto rasgando tus vísceras. Iba a encontrarme con alguien, y estaba tan nerviosa que llegó un momento que pensé que realmente iba a desvanecerme, que las piernas no iban a poder soportarme más, que mi corazón iba a pararse. De repente, me sentí incapaz de todo, me hice minúscula, sólo quería dar media vuelta y no enfrentarme a ningún tipo de situación parecida, por muy romántica que fuera, por muchos buenos momentos que fuera a reportarme después.

Supongo que así debe sentirse la cobardía en estado puro: incapaz de dar un paso más. Mientras el ascensor subía, yo veía todo mucho más iluminado, más claro, más borroso…

Entonces, mi cerebro, esa bola de proteínas, azúcares y agua con millones de años de evolución, rápidamente salió en mi ayuda, buscándome un consuelo, proporcionándome una frase poética, que hiciera de una situación fisiológicamente insostenible un bonito desgarro literario, para darme fuerzas y sobre todo para poder recordarlo, tiempo después (ahora) como algo digno de escribir. Y llegó, de pronto: sólo somos átomos. ¿Qué más da? Tan sólo somos átomos. Tú, él, el ascensor en el que subes, el oxígeno que respiras o el que te falta. Cuando le mires, cuando le toques, todo lo que él piense y todo lo que tú sientas: tan sólo son átomos. Bombas de sodio-potasio estallando en el interior de los axones de tus neuronas, tan sólo eso. Nada es mágico, sólo es físico. Este nerviosismo, no es más que adrenalina sostenida en sangre, tus riñones funcionando a toda máquina. No somos más que un conjunto de átomos ordenados, secuencias que dan lugar a piel, cuerpo, saliva y movimiento. Nada más. No hay nada más. Nada de lo que sientes es más real que la pura materia. Y nada existe fuera de ella. Por tanto, no hay nada de lo que preocuparse, nada que temer. Tú no existes, él tampoco, nadie es especial.

Esa frase retumbaba en mi cabeza mientras alguien abría una puerta, también compuesta sólo por átomos.

Desde entonces, esa frase me consuela. No somos más que átomos. Somos insignificantes y ni el dolor ni el miedo existen en realidad. Ésa es nuestra triste o amable verdad.

1 comentario:

  1. Lo probaré la próxima vez que se me acelere el corazón por alguna tontería.

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